
Fin de semana con clase en Sofía

Viajar solo a sofía: el hombre lobo ya no está en parís
Es Agosto y acabo de llegar de la playa. Entro en casa, me bebo un culo de agua fría que queda en la nevera y me viene a la cabeza Sofía. La capital de Bulgaria, no una «amiga».
No es un pensamiento muy normal, a no ser que te parezca normal que un astronauta recién llegado a la Luna se ponga a pensar en las virtudes del lomo embuchado.
Pero querido lector, permíteme decirte que todo tiene una causa en la vida: he estado tostándome al sol en una rica tertulia veraniega junto a la persona con la que he compartido los últimos viajes no-solitarios de los últimos tiempos.
Quizás me vino a la cabeza Sofía porque fue el primer viaje que hicimos los dos solos, quizás porque es el viaje que falta para cerrar la trilogía junto a las salidas de Bilbao y Alicante con esta persona o quizás porque el otro día hablé con una amiga búlgara. Puede que todo, quién sabe.
Para evitar referirme a él como «esta persona», «señor X» y cualquier otra cosas misteriosa, le voy a llamar directamente «Mosqui», el ya sabe por qué, y además, a estas alturas creo que solo él ha leído estás divagaciones viajeriles, por lo que no hay ninguna brecha de privacidad, como dicen en su argot los anti-virus.
¡Va por ti Mosqui!

Tremendas vistas desde el ventanuco del hotel.
rememorando los días de vino y búlgaras
«Folclore, nocturnidad y alevosía» son las tres palabras con que Mosqui recuerda nuestro querido viaje a tierras búlgaras. Probablemente su mente calenturienta y llena de ensoñaciones eslavas no le de mucha claridad en sus elucubraciones, pero quizás algo de razón haya en ellas.
Soy partidario de escribir en el blog a las dos semanas o tres de regresar, con los recuerdos más claros en la cabeza y así no dejarme llevar por los más bajo instintos narrativos. No. Mejor dejar que todo esté reposadito como un buen tequilita.
¿Pero qué ocurre cuando escribes sobre un viaje que ocurrió hace dos años? Ahora más que recuerdos reposados, te encuentras con que:
- Olvidas los detalles más nimios.
- La realidad se deforma con la exageración.
Pues bien, con la intención de ser lo más verídico posible, pero sin importarme meterle un poco de IVA al relato, he comenzado a ver las fotos de la carpeta «SOFIA18» y me han dado una nueva perspectiva.
Los mini-recuerdos comienzan a aflorar: qué comimos en tal sitio, qué broma hicimos en tal situación o qué pasó tal noche, etc.
Ya lo veo todo claro. Todo fue muy correcto y hasta tranquilo, dentro de nuestros parámetros de pendencerismo habituales. Así que no habrá necesidad de exagerar (mucho).
Procedamos a abrir la caja de pandora búlgara.

Ermitas, edificios soviéticos y pencos de carne: la tarde ideal en Sofía.
el telón de acero aún tapa rico: día 1
Nuestro hospedaje fue en el hotel Maksim, bien úbicado, tranquilo y a tiro de piedra de todo lo digno de ver de Sofía. Al norte un barrio nada seductor cuando llegaba la noche y al sur y a través del bulevar Maria Luiza quedaba todo lo digno de ver de Sofía, hasta llegar al propio centro de la ciudad.
Excelente programación en la pantalla plana de nuestra suite.
Nuestro centro de operaciones tenía ese regustillo de edificio soviético, vetusto (sin llegar al grado de destrucción del hostal de Kiev) y con un estándar de calidad un poco por detrás de los países occidentales. Los desayunos muy ricos y repletos de marranadas calóricas, de las que como corresponde, dimos buena cuenta de ellas.
Sin embargo, mi compañero de crimen no me avisó previamente que nuestro camarote solo disponía de una habitación de matrimonio, por lo que entre su roncata y su habilidad para dormirse el primero de los dos, mi sueño acabó un poco trastornado durante los dos días que pasamos en la ciudad de nacimiento de Penev. ¡Gracias por la serenata Mosqui!
Una linda konga búlgara.
Llegamos de noche así que al despertarnos al día siguiente nada mejor que inflarnos a desayunar para dar el típico primer pateo de rigor por la city. Por Maria Luiza empezamos a ver cositas pero rápidamente nos unimos a un grupo turístico guiado que Mosqui había calado creo que en internet previamente.
Mosqui es muuucho más sociable que yo y tiene (entre otros) el super-poder de no tener la más mínima vergüenza de hablar con cualquier desconocido/a. Cuando vi que ponía ojitos de desgraciado supe que nos convenía unirnos a ese grupito guiado…
La buena literatura española, presente en Sofía.
Por la voluntad (unos pocos levs) fuimos viendo los edificios y monumentos más reseñables de la capital búlgara, con su correspondiente historia. A recalcar algunas historias del pasado como satélite soviético. ¿Cómo no amar el dicho «votar a la búlgara»?
En el grupo guiado habían dos mochileras españolas con pinta de veganas militantes y muy poco dadas a alegrías porcinas, y la verdad es que no nos dieron mucha bola así que tampoco les invitamos a emborracharse con nosotros más tarde. No procedía con su talante serio y macrobiótico, no fuera a que les diera por beberse una lechuga y se atragantasen…
En su descargo tengo que decir que dejando de lado el rollo eco-turístico que transmitían, me dio la impresión que querían echar miles de fotos a cada cosa que vieran en esta ruta guiada. Fotos que se encuentran en internet ya, y con mejor calidad. Lo digo siempre: en las fotos de viajes, que salgan personas mayormente. ¿Para qué vas a hacer mil fotos a la Torre Eiffel si ya existen cientos de ellas espectaculares?
Quizás eran para hacer un blog con un material gráfico tan espectacular como el que hay en esta entrada(modo ironía ON) y por eso no querían perder tiempo con dos rufianes del turismo ibérico.
Pasado romano en Sofía: Serdica.
Dejando de lado esta observación escatológica de nuestras amigas, que era para rellenar un poco más esta entrada, después de esta obligatoria ruta cultural, pasamos a placeres más terrenales en las terrazas de las cervecerías que las bonitas zonas ajardinadas de la ciudad nos ofrecían. ¡¡Qué rica la birra búlgara!! (no recuerdo ningún nombre comercial autóctono del líquido elemento. Gracias memoria. Gracias alcohol.)
Y por último, y tras este merecido parón de un par de horas, nos fuimos a ver lo que es quizás el edificio más emblemático de Sofía, la Catedral de Alejandro Nevski. No entramos pero por fuera nos sobró para echarnos unas fotos muy chachis, muy ortodoxas.
Con mucho empaque.
viviendo la dolce vita búlgara: sultans of sofia
Una vez liquidados los compromisos con el arte y la historia local, durante los dos días siguientes los encaramos con ánimos de dejarnos llevar por las calles del juego y el vino de Sofía.
Los emplearíamos para pasear por el centro, terracear, comer rico, ver algunas personas e incluso mi acompañante ocupar su tiempo en algún compromiso «profesional» relacionado con su «afición» (no la desvelaré para mantener su privacidad a salvo…).
Y así fue. Sofía es una ciudad perfecta para pasar un fin de semana. Tiene un ritmo de vida lento y plácido, con un centro bullicioso y repleto de garitos donde parar y relajarse.
Rueda por los bares del Bulevar Vitosha
Tampoco notamos grandes problemas de inseguridad o ambientes raros, tal como uno puede suponer previamente al ser un país del este, con la fama que cardan ciertos grupos de bandas no precisamente juveniles...
Nada que ver, todo transcurrió de la forma más tranquila y apacible entre edificios de granito, iglesias ortodoxas y Starbucks a la búlgara.
Y diría casi al 100% que no vale la pena ver nada que no esté dentro del anillo delimitado como «centro de ciudad» (Google Maps) y adyacentes. No te vayas muy al norte ni muy al sur. Es posible que tires tu tiempo.
Pues bien, con ese ritmo descansado y semi-dominguero fuimos consumiendo las horas plácidamente. Almorzamos finalmente con una antigua amiga de trabajo de mi periplo barcelonés y probamos algo con yogur y remolacha (?).
Acabamos acompañando a mi amigo para que se uniera a una bailanta autóctona y cogimos el metro por primera vez, tras seguir las indicaciones de mi amiga para adaptarnos al sistema local de ticketeado.
Y llegamos al bonito parque del NDK, con un musicón sonando a toda traca desde buenas horas de la tarde, para nuestra alegría. Había buen ambiente y gente joven. Eso sí, el jaleo venía de una cafetería local, de su terraza más concretamente, nada del concepto «tardeo» hispánico. Todo mucho más contenido y sin tanto alcohol, pero buen lugar para pasar la tardecita.
Por la noche nos encontramos a unas paisanas que ya habíamos visto en el aeropuerto y las cuáles habían sido compañeras de instituto de Mosqui. Acabamos cenando juntos y alternando en un garito de Maria Luiza, cercano a nuestro Hotel muy rollo Este: cachimbas, música muy pachanguera a todo volumen, chicas super-maqueadas y combinados a base de dosificador. Aún así, lo recuerdo como un rato entretenido…
Mención aparte la vuelta caminando al hotel por este mítico Bulevard que recorrimos igual o más que el famoso via crucis de la rambla de Alicante: a partir de ciertas horas los neones, los matones en las puertas de casas de apuestas y tugurios varios, dicen presente en Maria Luiza, y la verdad es que es bastante pintoresco, por ser generoso…
Cada Coca-Cola búlgara tiene inscrito un precioso poema escrito en cirílico.
Al día siguiente, antes de coger por la tarde el avión de vuelta a casa, fuimos un poco más al sur a ver algunas librerias y de paso comimos por allí. Era la zona quizás más «alternativa» de Sofía. Todo bien.
La Casita Azul, la Factory warholiana de Sofía. Algo así.
Mis impresiones sofienses:
- Expectativas superadas ampliamente. Reconozcámoslo: Sofía no es el viaje con el que sueñas desde niño. No. Y además si piensas en las bandas de bandidos, la fama del Este etc. pues puedes esperarte cualquier cosa. Pero no. Está en general bien cuidada, limpia y resulta bastante agradable de «consumir» en todos los aspectos.
- Conexión española: Te recomiendo visitar la sinagoga judía, que agrupó la mayor comunidad de sefarditas expulsados en España en 1492 y sus descendientes.
- Puentes y Parques. quedan un poco fuera de guías y rutas, pero si tienes tiempo aprovecha para conocer el Puente de las Águilas y de los Enamorados y las diferentes zonas verdes que ofrece el centro de la ciudad.
- Por la noche, en ciertos lugares de la ciudad uno parece estar en el videoclip de «Hombre Lobo». Un rico sabor decadente de antaño.
- Precios por los suelos si los comparamos con los de España. ¡Aprovecha y date cuantos homenajes puedas en cualquier campo del placer!
- Pocos pedigüeños en las calles de Sofía. Pensaba encontrarme un centro de ciudad mucho más degradado, pero nada que ver. Todo muy aseadito.
IMPRESCINDIBLE PARA TU VIAJE
Ves a Sofía con ganas de desconectar y hacer turismo slow-life. Y descárgate Tinder antes de ir en el caso que te guste el amor online, ¡un amigo me contó que las tinderellas sofienses son muy simpáticas!
¿dónde hacer fotos?
Los parques, bulevares y arquitectura soviet, más las iglesias ortodoxas, son un buen combo y fondo para tus fotitos.
Indispensable: Una foto en la catedral es el certificado oficial de que has estado en Sofía
¿dónde COMER?
Se come de lujo y barato en cualquiera de los antiguos y bonitos restaurantes del B.Vitosha. Aprovecha para darle al Sushi y te recomiendo también dos paradas obligatorias: Made in Blue y el Hadjidraganov’s. ¡Fliparás papá!
¿dónde fiestear?
El concepto de fiesta en Sofía no tiene nada que ver, digamos que por ejemplo, con el de Teruel, pero en Vitosha y Maria Luiza encontrarás lugares para la bailanta que te pueden interesar: música a todo volumen en altavoces que dan a la calle son su reclamo.
¿dónde dormir?
El Hotel Maksim no es el Palace, pero está bien ubicado: a tiro de piedra de todas las cosas dignas de ver adyacentes a Maria Luiza y del centro. Tiene el Hadjidraganov’s detrás, para que te pegues tus banquetes tártaros sin apenas salir de casa.

Yo pondría también la de Albacete. Por respeto.
Veredicto Final
70%
Resumen Un finde "slow-life" en modo económico en una capital que supera las expectaticas.
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